La Indefensión Aprendida

El Llamado Urgente del Sueldo Moral

Autor de la columna

En una era donde las políticas económicas priorizan el PIB sobre el alma humana, olvidamos que el verdadero motor de la vida no es el salario en la cuenta bancaria, sino el “sueldo moral”: esa recompensa intangible de sentirse útil, de contribuir al mundo y a los demás. Ser útil no es un lujo; es la savia que mantiene vivo al ser humano. Sin ella, la depresión acecha, el espíritu se apaga y las sociedades colapsan bajo el peso de la apatía colectiva. En México, donde el desempleo crónico deja a millones sintiéndose prescindibles, urge replantear nuestras prioridades: el sueldo moral vale más que cualquier cheque, porque nutre la autoestima y fortalece el tejido social.

Estudios revelan cómo el bajo rendimiento y el rechazo repetido generan un ciclo vicioso de desánimo. Un experimento clásico con estudiantes ilustra esto: a un grupo se le dan anagramas imposibles al inicio, y al tercero (medianamente difícil) lo abandonan, bloqueados por el fracaso previo. Al otro grupo, con tareas fáciles primero, resuelve el mismo anagrama sin problema. Esta “indefensión aprendida” muestra cómo el rechazo inicial reduce el esfuerzo futuro: el cerebro se cierra, convencido de la inutilidad. Aplicado al empleo, tras tres o cuatro rechazos –en promedio, la confianza se derrumba después de cinco, muchos dejan de intentarlo, optando por la resignación. En contextos políticos como el nuestro, donde reformas laborales fallidas y clientelismo generan empleos fantasmas, esta dinámica agrava la depresión colectiva, elevando tasas de suicidio y desintegración familiar.

Políticamente, ignorar el sueldo moral es suicida. Programas asistencialistas que entregan subsidios sin exigir contribución útil perpetúan la indefensión, convirtiendo ciudadanos en dependientes inertes. En cambio, políticas que fomentan la utilidad, como inversiones en educación vocacional o empleos comunitarios, reviven el espíritu humano. Recordemos: “El riesgo no es fallar, sino dejar de intentarlo por miedo al fracaso.” Prioricemos la utilidad sobre la mera economía; sólo así construiremos una nación donde cada persona se sienta viva, no solo solvente.