Déficit de INTENCIÓN
Cuando el problema no es atención, sino rumbo
Entrar a un fraccionamiento con caseta en México no es un trámite: es un ritual. Te detienes. Bajas la ventana. Te lanzan el cuestionario de siempre: nombre completo, identificación a la vista, a quién visitas, cuánto tiempo piensas quedarte. Y la más importante: ¿Viene usted solo? Parece exagerado… hasta que entendemos que esas preguntas no deberían quedarse en la pluma del guardia. Deberían colarse en tu vida entera.
Porque si lo piensas bien, vivir sin hacerte esas mismas preguntas es como dejar pasar a cualquiera solo porque “se ve buena onda” o “lo conozco desde antes”.
¿Quién eres, más allá de tu credencial para votar? ¿Adónde vas, pero en serio? ¿Qué haces aquí? Y, sobre todo… ¿QUIÉN TE ACOMPAÑA?
La caseta de seguridad no está afuera. Está dentro. Es un espejo. Un checkpoint existencial que todos deberíamos atravesar, no para revisar el coche… sino el corazón.
¿Y si el diagnóstico es otro? Tal vez no padeces déficit de atención. Tal vez lo tuyo es déficit de intención. Intención para decidir a quién dejas entrar en tu vida, a qué causas entregas tu energía, qué batallas vale la pena pelear… y cuáles ya no merecen ni el peaje.
Dicen que en algunas casetas hay un letrero invisible: Apague su luz exterior. Encienda la interior. Porque vivir de cara al mundo, al qué dirán, al éxito que se mide en ceros, es necesario pero lo indispensable es prender la luz por dentro, mirar de verdad lo que hay y no huir.
Tal vez hoy es ese momento. Detente. Revisa tu lista de admitidos emocionales. Pregúntate si los que siguen ahí suman, restan… o solo ocupan espacio.
Recuerda: la vida es un parpadeo.