Hambre de Caricias

Cuando lo anormal se volvió rutina y empezó a doler

Autor de la columna

¿Hace cuánto no te abrazan de verdad, de esos que apagan el ruido del mundo? Vivimos hiperconectados y, sin embargo, con hambre...

Mi tesis es simple: no nos falta terapia ni mejores antidepresivos; nos faltan caricias. Claude Steiner lo llamó “economía de caricias”...

Los seres humanos necesitamos caricias emocionales. No es cursilería: es alimento del alma. Y cuando faltan, el cinismo se vuelve armadura...

Normalizamos lo anormal: familias reunidas mirando pantallas. Vivir solo no es pecado ni sinónimo de tristeza...

Hay quien elige la soledad y florece. Pero incluso esa soledad plena descansa en vínculos de calidad...

Propongo algo incómodo por su sencillez: devolver la abundancia. Llama hoy a quien se está apagando en silencio; escucha con el celular lejos; pide lo que necesitas, sin vergüenza; abraza sin prisa...

Antes de irte, haz memoria: ¿a quién le debes una caricia que cambie su día, o el tuyo?