Ramón y Cajal se volvería a morir

Pensar duele… pero dejar de pensar mata

Autor de la columna

Ramón y Cajal dibujó el milagro con tinta y paciencia: neuronas separadas que se buscan, se tocan y se encienden en sinapsis. Premio Nobel en 1906. Sin embargo, si Cajal despertara hoy, quizás se volvería a morir, no por la IA en sí, sino por nuestra prisa por tercerizar el acto de pensar.

Hemos confundido eficiencia con renuncia; celebramos “sacarse un 10” con la misma pasión con la que ignoramos si hubo comprensión. La calificación es el aplauso; la sinapsis, la obra. Si el costo de ir más rápido es apagar interruptores internos, el precio es demasiado alto.

El cerebro es práctico: ahorra energía. Si el GPS decide, dejas de aprender la ciudad. Si todo “está en la nube”, memorizas la ruta, no el dato. Si la IA escribe, compara y concluye antes de que tú lo intentes, no optimizas: atrofias. El músculo intelectual también se atrofia.

Cajal lo sabía: pensar es conectar, y conectar duele. No es cómodo, no es automático: implica dudar, contradecirte, equivocarte y volver a empezar. Cada vez que haces eso, tu cerebro suda, se raspa y justo ahí nace la sinapsis.

No estoy contra la IA; al contrario: soy autodidacta, trato de estar a la vanguardia y de entender hacia dónde va. Pero justo por eso, este dato me intriga: bien usada, la IA es gasolina que te lleva más lejos; mal usada, es un somnífero que te apaga sin darte cuenta.

Supongo que a mí me podría estar funcionando algo así: primero leo, subrayo y trato de armar una idea con mi propia mente. Después dejo que la IA me contradiga, me abra otros caminos, me regrese cosas que no vi. Y al final vuelvo yo, reescribo, corrijo y ahí es donde se arma la sinapsis.

Si quieres hacer algo así, te sugiero que pruebes el método socrático. No es otra cosa más que permitir que la IA te saque los pensamientos, te cuestiona, te pregunta, te hace dudar, te hace ver que tú ya sabías algunas cosas. Ese es el método socrático, y viene en las opciones de configuración de ChatGPT.

En el uso de la IA, en cualquier presentación, llámese como se llame, o la uses como la uses, dejemos de confundir camino corto con progreso. Un mundo que delega el pensamiento termina subcontratando su destino. Cajal dibujó árboles nerviosos para recordarnos que cada rama nueva se gana con esfuerzo. Nosotros, por ahorrarnos segundos, estamos talando el bosque.

La IA es un Ferrari; el volante es tu mente. ¡Agarra el pinche volante!