Se acabó la deuda externa
Si puedes leer esto, ya ocurrió un milagro
¿Y si un día te suena el teléfono y del otro lado no hay voz, sino una mirada que ya no puede ver? Así empezó mi tarde: con una videollamada que no busqué, contestada sin ganas, como tantas cosas que uno hace por inercia. Veinte minutos después, no tenía los ojos llenos de lágrimas. Los tenía llenos de conciencia.
La app se llama Be My Eyes. Suena simple: una persona invidente activa la cámara, y un voluntario, como tú, como yo, contesta para ayudar. Puede ser para leer un sobre, distinguir colores, o ubicar el botón “Aceptar” o “Cancelar” en una pantalla. Pequeñas tareas hasta que entiendes lo que realmente significan.
Hace poco me tocó un joven que perdió la vista a los 18. Hoy fue un hombre mayor. Mano temblorosa. Voz rota. Solo quería saber si la carta que sostenía era suya. Le dije que sí. Que ahí estaba su nombre. Su “ok” fue tan corto como infinito.
Ahí me di cuenta de lo ciego que he estado yo, con los ojos bien abiertos. Y entonces llegó la pregunta incómoda:
¿Y si la inteligencia artificial pudiera devolverles parte de esa luz?
Ya existen implantes neuronales, prótesis visuales, interfaces con la corteza cerebral. No para cambiar los ojos, sino para enseñarle al cerebro una nueva forma de mirar.
Be My Eyes tiene hoy 888,240 usuarios registrados. No hablemos de millones: hablemos de uno solo. Uno que pueda volver a ver el rostro de su hijo. La sonrisa de un nieto. Su reflejo en el espejo.
Parece poca gente, ¿no? Pero nadie vive solo. Cada persona invidente tiene alguien que vive con ella, por ella, para ella. Una esposa, un hijo, un hermano que detuvo su vida para acompañar la oscuridad.
Como el cáncer: no se hereda, pero sí se reparte. No estamos hablando de un millón de afectados. Hablamos de millones más que dejaron de vivir para sostener a quienes aman y si la inteligencia artificial logra devolver aunque sea un solo rostro amado, ese día la deuda ya no será externa. Será humana y estaremos en números rojos.