¿Blanco o Negro?

Cuando decidir exige sí o no, sin medias tintas

Autor de la columna

¿Y si algunas decisiones no admiten “depende”? Cuando te planteas terminar una relación o quedarte, cuando dudas si dejar un trabajo o seguir, el gris se vuelve coartada elegante para postergar lo inevitable. O confías o no confías; o eres prioridad o no lo eres. Hay momentos que funcionan como interruptores: encendido o apagado.

Claro, no todo es binario, la temperatura puede ser templada, un día puede ser agridulce, una camisa o un vestido puede quedarte “más o menos” bien.

Esos matices existen y sirven para describir, no para decidir.

Donde sí es blanco o negro, la vida no negocia: Te eligen o no te eligen; te dicen la verdad o te mienten; te buscan o te evitan; vuelves o no vuelves; pides perdón o te justificas; cumples o no cumples; hay respeto o hay abuso; hay consentimiento o no lo hay; te quedas o te vas; das la cara o te escondes; cuidas o descuidas; hay intención o no la hay; respondes o desapareces; hay lealtad o hay traición. En esas, el “casi” siempre llega tarde.

Y lo sé: los grises son mullidos, suavizan culpas, sostienen esperanzas de porcelana. Pero el costo es alto: tiempo tirado, autoestima en rebaja, planes con fecha de caducidad.

Cuando nombras el blanco y el negro, algo se ordena: recuperas el reloj, el respeto propio y la posibilidad de construir sin pedir permiso al quizá.

Escribir en blanco y negro es fácil; amar, elegir, salir a tiempo, eso ya es elegir paz aunque tiemblen las piernas. Si tú ya encontraste el cómo, cuéntamelo; por ahora camino con el corazón en la mano.