Los muertos somos nosotros
Poza Rica gritó; nosotros con el volumen en silencio.
Empezó como un juguete elegante: BLACKBERRY, un nombre inofensivo que también sonaba a grillete. Lo aceptamos felices y, sin darnos cuenta, nos encadenamos al feed. Hoy seguimos arrastrando esa bola: burbujas que nos muestran lo que conviene, no lo que urge. ¿De verdad vivimos aquí? ¿O ya somos los protagonistas de The Others, caminando por la vida sin enterarnos de que algo esencial en nosotros se murió y no nos dimos cuenta?
A 210 kilómetros de Tampico, Poza Rica despertó de golpe la madrugada del 10 de octubre. El río Cazones se desbordó y el agua entró por la puerta principal: lodo hasta la cintura, patrimonios borrados, calles con olor a humedad y rabia, decenas de muertos y desaparecidos. Lo peor no fue solo la lluvia: las alertas llegaron tarde; cuando ordenaron evacuar, el río ya estaba en la sala.
¿Falta empatía? No: sobra ruido. Mientras Poza Rica pedía auxilio, millones vimos chistes de quince segundos. Duele admitirlo: no es que no queramos ayudar, es que no nos enteramos a tiempo. El algoritmo cumple: entretener. Nuestro trabajo era otro: atender. Los gritos reales se ahogan sin micrófono. Y ahí, sin darnos cuenta, los “muertos” somos nosotros.
¿Qué sigue? Romper el grillete, mirar fuera del teléfono, exigir alertamiento masivo que funcione, protocolos que no dependan del humor de una oficina y autoridades que avisen antes, no después. Verificar antes de compartir, donar sin espectáculo, apoyar a quienes están en el lodo y preguntarnos por qué una ciudad a dos horas pudo quedar bajo el agua sin que medio país lo supiera.
Si el sistema falla, que no falle también nuestra atención. Apaga el scroll, enciende los ojos: sin ver el teléfono, anota los nombres de diez vecinos de tu cuadra. Cuenta cuántos lograste recordar; ese número es tu calificación de Atención del Mundo Real.